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Javier Vela

Dichoso el que abstraído en el paisaje,

como en áureas edades primitivas,

labra la herencia agraria de sus padres

sin otra rendición que la del sueño...

Bio

Javier Vela (Madrid, 1981) se dio a conocer en 2003 con la concesión del Premio Adonais. Es autor de los libros de poemas Tiempo adentro (2006); Imaginario (2009), por el que recibió el Premio Loewe a la Joven Creación y el Premio de la Crítica de Madrid; Ofelia y otras lunas (2012), Hotel Origen (2015), Fábula (2017) y Cuando el monarca espera (2021), así como de la novela La tierra es para siempre (2019) y el libro de relatos Guía de pasos perdidos (2022). Suyos son asimismo tres volúmenes que exploran y diluyen las fronteras entre distintos géneros por lo común estancos: el libro de ficciones hiperbreves Pequeñas sediciones (2017); Libro de las máscaras (2019), conjunto de aforismos y mistificaciones de tradición apócrifa, y Revelaciones de la maestra del arco (2021), a mitad de camino entre la narrativa y el ensayo de ficción.

EL USURERO

de Imaginario (2009)

 

 

«Dichoso el que abstraído en el paisaje,

como en áureas edades primitivas,

labra la herencia agraria de sus padres

sin otra rendición que la del sueño,

y, exento del trabajo enajenante,

se guarda del ruido y los urbanos

humores matinales, y desdeña

la asfixia yugular de la corbata,

el coche nuevo, la mujer bonita

y afines dependencias del lugar.

 

Dichoso el que despierta con el canto

silente de la luz, y sin alarma

se pone en pie y bosteza y en su boca

se abre el abismo del amanecer;

el que tumbado al sol, ociosamente,

contempla con los ojos entornados

la verga planetaria, y en las nubes

ve manchas seminales y ve cisnes

implumes, extasiado, mientras oye

la música celeste y es feliz.

 

Dichoso el que a la sombra de los árboles

se admira de estar vivo y se demora

en consideraciones vegetales

envuelto en un sopor de sobremesa,

y quien, libre de amor como de odio,

deja pasar el día sin provecho

visible y no lo siente, porque el tiempo

no oprime su muñeca ni le urge

llegar a fin de mes, ni debe nada

a nadie sino a él mismo, bien pagado.»

 

Dichoso, al fin, aquel por cuya suerte

suspira el usurero, sin quererla.

Vivir como un mendigo entre riquezas

que tiene, justo, lo que se merece.

RETRATO DE FAMILIA

Fábula (2017)

 

 

Tenemos pus, esperma, salivas y sudores. Tenemos sangre y sueño y obsesiones que apenas evocamos por un temor atávico a nombrarlas, y renuncias y olvidos.

Tierra, orina, basura, calamidad y muerte.

Tenemos hambre, deudas, epidemias, pero también amores y entusiasmos y un perro que nos lame las heridas y nos delata cuando regresamos,

y esa indigencia gris en que dormimos un sueño adolescente, arrellanados sobre la orquídea del sexo, viendo cómo rebullen los mosquitos en los escombros del atardecer, cuando una mano anónima viene a apagar las luces del pasado y a tomarnos la fiebre.

Fantasmas familiares, herederos del frío original, sobrevivimos juntos, amamos tercamente y alzamos una copa vacía por el futuro.

Reímos y lloramos, pero somos los mismos.

Acampamos como una hueste de enfermos bajo telones húmedos y, a veces, escribimos a la luz de una lámpara lo que otros escribieron a la luz de una vela.

Somos entre la niebla nuestro propio enemigo,

vemos mal, somos torpes, fingimos ser filósofos con manos de joyeros y urdimos telarañas, metáforas y estrellas para cruzar el río de lo real.

Un día nos uniremos en la orilla de donde no se vuelve, bajo el auspicio de los centinelas, y pasearemos juntos entre blandas palmeras faraónicas, y compareceremos en fiestas submarinas, y nadie faltará.

RHINO SEASON

Fábula (2017)

 

 

En la palpitación de lo visible,

entre las vibraciones que preceden al orden del poema

o ante lo que de lejos sordamente lo anuncia,

corre Sahel como un caballo huido bajo el fragor del trueno,

enceguecido por el dolor y la furia,

indiferente al rayo del pasado como un soplo de arena en el desierto.

 

Así vive el poeta - herido, trasterrado

más allá de su patria -, luego de ser proscrito

por el advenimiento de industriales y jueces,

aniquilado por una noche total,

viendo pasar a dioses sucesivos

bajo el palio abisal de las estrellas,

él que porta la antorcha, él que preserva el tacto

de la primera lágrima y hace sonar su voz entre las bóvedas

en que resuena el canto y allí espera, sencillamente espera.

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